Uno de nosotros

Hará treinta años. Tomaba apuntes de Derecho Administrativo que tartamudeaba una señora embarazadísima. No me enteraba de nada, era un territorio árido y confuso, que no me interesaba. Se me fue la mirada a una compañera de delante que sacó unos folios de una carpeta. Éramos como frailes amanuenses en plena labor inútil. Al cerrar la carpeta, me fijé que llevaba forrada una gran foto de Kevin Costner poniendo cara de niño bueno. Era su gran momento, el Gary Cooper de moda, corriendo ligero vestido de marinerito, jodiéndole la vida a Capone, al Sheriff de Nottingham, bailando con lobos…

Pero aquello no duró mucho. Poco después, en esa misma carpeta, fue destronado por Luke Perry. Llegaba la fiebre de “sensación de vivir” y se lio mucho. Tiempos borrosos al ritmo de bakalao. Tras hacer de guardaespaldas de Witney, Kevin encadenó una serie de papeles raritos y su estrella empezó a tambalearse. Lo recuerdo en el documental famoso de Madonna, inflado, con cuatro pelos y suplicante…

Pero un gran actor sabe hacer un ¨pensament¨. Un actor de verdad se adapta y es humilde. Poco a poco, Kevin fluyó entre diferentes personajes. Ahora era el jefe, padre o consejero del héroe, encarnando, en general, a un hombre íntegro que, como todos los hombres íntegros, había sido derrotado por la vida. Así, fue haciendo películas, algunas mejores que otras, con mayor o menor protagonismo, pero siempre con su poderosa presencia y gran dicción.

El otro día vi “Let him go” 2020, un western moderno dirigido por Thomas Bezucha. Desde el principio, es una de esas películas emocionantes que te atrapan. Un matrimonio mayor, que se lleva de aquella manera, emprende un viaje para encontrar a su única familia, un nieto que, de un día para otro, se lo llevó su madre para vivir con unos hillbillies muy agresivos. Diane Lane, como esposa indómita, está soberbia. Como Costner, Diane también ha sabido fluir y esperar. La matriarca y el pistolero, Costner con oficio de John Wayne, trata de poner sentido común y ser lo realista que se puede ser con aquella gentuza que se aferra también al niño.

Lógicamente, hay un punto de ruptura y se monta una gorda y Kevin tiene que desenfundar y es ese momento en el que el nieto dice: ¨Abuelo¨ y se miran en una última instantánea y entonces lo entiendes todo.

Es una pequeña gran película sobre la sangre y los compromisos que conlleva. Una película de buenos y malos, cada cual con sus razones. La banda de hillbillies, liderada por una matriarca cruel, pero igual de protectora que Diane Lane, que no está por arreglar las cosas hablando. El viejo matrimonio abocado a seguirles el juego. Sin decisiones salomónicas. Por mucha diplomacia que quieras meter, se llega a un cara o cruz y te va la vida en ello, literalmente, hasta el sacrificio.

Al final, palmé Derecho Administrativo. Fui al examen oral y ahí estaba la señora, con la cabeza del niño casi asomando, cuatro vasos de café vacíos sobre la mesa y fumando, mientras uno tras otro, entrábamos a soltarle el rollo. Yo estaba casi sin energías y el examen que hice fue penoso. Era el último examen y ya lo había dado todo.

Parió al poco, en el examen de septiembre lo pude comprobar. Ese crío tendrá unos treinta años, pero perdió a su madre a los seis o siete. La profesora se metió a política en el psoe de su pueblo y falleció prematuramente.

La sangre, el compromiso y sus avatares. A veces pienso si aquel niño llegó a conocer bien a su madre, qué recuerdos guarda, si tenía padre, qué pasó con él, quién se hizo cargo de su crianza.

Porque, que no te engañen, es muy difícil saber a dónde vas, si no sabes de dónde vienes.

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