Niebla en el alma 1952

Mi padre era un enigma. Ahora que su recuerdo comienza a desvanecerse en mi memoria, me hago preguntas, me llama la atención su candada cara oculta. Hasta los cincuenta y pocos, mi padre exhibía una presencia poderosa, siempre atlético y bien vestido. Después se puso enfermo, engordó y se duchaba en la oscuridad, empezó a vestirse como un anciano y de repente tenía 70 palos.

Era una persona que reprimía un humor lacerante, callado. Puedo decir que no llegué a conocerle. Pero él me hizo amar el cine. Noche tras noche, nos quedábamos solos en el salón y veíamos una película que él escogía, en silencio, sin debates. Si salía Charlton Heston, decía ¨Mira, Charlon Jeston”. Y si salían desnudos, me mandaba a la cama, eso hasta los 14.

Aquel era nuestro principal contacto, o bueno, el más agradable. Todos guardamos un parecido más o menos razonable con algún actor o actriz. Mi padre era clavado a Richard Widmark. Ese hizo muchos papeles de malo, lo hacía genial, pero me dolía que identificaran a mi padre con un tío cuyo plano más famoso fue lanzar a una discapacitada con su silla de ruedas escaleras abajo, descojonándose.

Quizás haya una película  que sí puede evocármelo. Una pequeña película, Niebla en el alma, de 1952. Durante algunos años, mi padre hacía formaciones en Madrid. Me gusta imaginar que, como Widmark  en esa cinta, mi padre andaba de parranda por la capital, bebiendo whiskies, acudiendo a los cabarets y rompiendo algún corazón. Así, Widmark le tira los trastos a la Bancroft, que está cojonuda como cantante de hotel, en algún momento le prometió amor, pero ella no se fía, ¨búscate otro bar y otra chica¨, ese momento de conversación a partir del minuto 15 es maravilloso. ¨No confíes en los hombres con mucha frente”, avisa la fotógrafa cuando los interrumpe. Widmark sabe que Bancroft es la chica, pero o es un clasista o un cazador. Busca ayuda en el barman que le aconseja:¨No se case y acabará en una barra hablando con un camarero¨.

Tras ese varapalo, Widmark sube a su habitación y rocambolescamente acaba en la de Marilyn Monroe, que aquí hace de Marilyn Monroe (¨Seré como tú quieras que sea), o sea, muy loca. La Monroe aprovecha muy bien el papel y se luce. Widmark va y viene, bebe más whiskies y al final soluciona la movida que se monta.

Mi padre también solucionaba problemas, pero llegaba a casa destruido por su trabajo. Tampoco parecía muy feliz jubilado. Un día se salió con la suya y desapareció para siempre. No soportaba envejecer, no habría soportado el confinamiento y toda esta mierda de ahora. Era un hombre libre que formó una familia porque era lo que había que hacer, aunque lo que realmente le gustaba era perderse por la montaña y fundirse con la naturaleza.

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