Mona Lisa

En los óscars del 87 se coló una peliculita británica de 2 millones de libras en la categoría de mejor actor. Así, compitiendo con Paul Newman, William Hurt, James Woods… Bob Hoskins lo tenía crudo para llevárselo, pero bueno, se salió del evento con el papel protagonista de “Quién engañó a Roger Rabbit”. La película era MONA LISA, una sórdida historia de puterío y lumpen. En esa misma edición, una hornada espectacular, también se coló otro actor inglés en la final de secundario por “Hannah y sus hermanas”. Él sí lo ganó y, casualmente, también salía en MONA LISA en un papel secundario también memorable. BOB HOSKINS y MICHAEL CAINE fueron elegidos por Neil Jordan para hacer de mafiosos de medio pelo con demasiadas aspiraciones. Bob sale de la cárcel y Michael le da trabajo como chófer de Kathy, una prostituta de lujo. Bob, entre carrera y carrera, se va enamorando al tiempo que su relación con Michael se deteriora. Es un poco como la canción de Duran Duran.
Es una historia sucia, ambientada en un Londres oscuro y hedonista, aun casi dickensiano. Buen documento de las estrechas calles del Soho y sus lúgubres negocios, donde acababan las lascivias que prendían en las discotecas más coloridas de los 80.
Durante el rodaje, Bob y Michael descubrieron que habían nacido en el mismo hospital de la beneficencia, en aquel momento ya un solar por Elephant and Castle. Ambos habían nacido en familias muy humildes y sufrieron las carencias y el hambre de la posguerra. La verdad es que “tío Adolf” fue el origen de una generación entera de genios británicos.
Bob y Michael hacen un trabajo de actor de primera línea, muy magro, muy intenso. De mucha confianza y mucha suspicacia, de te hago el favor de tu vida, pero me lo tienes que pagar con tu alma.
La cosa es que Michael quiere que Bob le informe de todo lo que hace Kathy, clientes y rollos de esos para futuros chantajes, pero Bob, cada vez más encoñado, lo va toreando. Y, en una de esas, (…), Michael se cabrea y lo empotra contra la pared, quiere información ya. El duelo de miradas es brutal, Michael cede y arregla el cuello del abrigo de Bob, diciendo: ”Para mí, lo más importante es que seas feliz”.
Ojo, he usado esa frase en unas cuantas situaciones muy tensas y funciona, es pura comunicación persuasiva. Para mí, lo más importante es que seas feliz y dicho con una gran sonrisa. Hay que saber manejar las discusiones y para ello te tienes que meter en la mente del otro. Es toda una ciencia.
Resulta curioso cómo aquella peli se metió en los óscars y lo que supuso para sus protagonistas. En una época tan supuestamente feliz. Como que se eligiera disco de la década el Joshua Tree de U2, un puto disco de góspel. Pero esa es otra historia y otros momentos.

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