Último deseo

Siempre ha habido dos cosas que me han dado mucho miedo: la ITV y el dentista. Como en el confinamiento unos miserables desmantelaron mi coche, ya solo me queda enfrentarme al dentista. Para tener más de 50 años, no está mal, con la de gente que hay por ahí, ahogándose en los mares de la ansiedad.

Pero lo del dentista me supera. Estás ahí, tan expuesto, con la boca abierta y despierto todo el rato. Una vez oí que una señora se quedó con la boca atascada, sin poder cerrarla y es algo realmente angustioso. Yo tengo una boca pequeña y siempre me dicen “abre, abre, abre…”. Y esa luz tan intensa, que recuerda a la que comentan los que volvieron de la muerte. Realmente, me da muy mal rollo.

Pero bueno, con el tiempo he desarrollado una técnica para sobrellevarlo. Antes pensaba en un lama vietnamita que daba buenos consejos, pero se murió y me olvidé los mantras. Ahora me dedico a recitar mentalmente, una larga lista de actrices del destape de los 70 y 80. Vale, está claro que en aquella época lo del desnudo por exigencias del guión era como un chantaje y que por desgracia, casi todas las actrices se vieron obligadas a pasar por el aro si querían trabajar. Yo me refiero a las que, como decía Lina Romay, iban vestidas por exigencia del guión. Así, hubo actrices legendarias, como Helga Liné, Ana Belén, Teresa Gimpera que actuaron en películas eróticas tras las que tuvieron carreras importantes, pero muchas otras fueron maltratadas por la industria y, sobre todo, por la Ley Miró. Hay un documental al respecto, Mujeres sin censura, en el que se cuenta el abandono de estas señoras por parte de Campechano y el público y sus problemas para conseguir trabajo, el estigma, las drogas…

Es una gran injusticia, porque en ocasiones participaron en películas muy interesantes, de hermosa factura y temáticas muy crudas. En general, películas metafóricas que también eran bálsamo para bajar esa fiebre erótica que el público sufría tras la represión ultracatólica. Películas, algunas que, a parte de tetas y pubis velludos, servían para despertar al ciudadano anestesiado. Películas en las que se denuncia el timo de la transición.

Así, en 1975, con el cadáver de Franco caliente y desangrado, León Klimovski estaba on fire. Con pocos medios, sacaba a la luz películas en las que se mezclaba mucho la explotation, con un cine rápido y directo, que calentaba las bajas pasiones erótico-políticas del espectador. Que la guerra sucia contra ETA se planificara en un lupanar repletito… pues bueno.

Último deseo, en ese sentido, es paradigmática y única. La trama es demencial: un grupo variopinto tirando a rico o poderoso, se reúne en una casa de campo para celebrar una orgía con prostitutas de lujo el fin de semana de un apocalipsis nuclear que deja invidentes a personas y animales. Vamos, algo que empieza como Eyes Wide Shut (1999) y acaba como el Ensayo sobre la ceguera (2008), por cierto, muy posteriores. Al celebrar la orgía en un sótano, con unas máscaras horripilantes, todo hay que decirlo, el grupo de poderosos, macarras y putas han evitado la ceguera, pero enseguida son conscientes de lo que ha pasado y de lo que se debería hacer y ahí comienza un descarnado conflicto entre los que quieren mantener la situación preapocalíptica y los que proponen adaptarse y generar un estatus más cooperativo. Naschy, actor de trato difícil y fetiche del director, va del primer palo. Alberto de Mendoza hace de racional y empático, con lo que ya sabéis lo que le acabará pasando. Las dos españas frente al vacío, perseguidas por una patulea de ciegos con garrotas, controlados por los que nacieron ciegos y que no perdonan.

Pues eso, si algún día me veis en el sillón del dentista, sabed que tengo mucho temor y que, para ignorarlo, estoy recitando: “Raquel Evans, Eva Lyberten, Eva León, Nadiuska, Susana Estrada, Linda Lay, Diana Polakov, Adriana Vega, Azucena Hernández, Blanca Estrada, Emma Cohen, Andrea Albani, Bárbara Rey, Amparo Muñoz, Agata Lys, Victoria Vera,  Lina Romay, Africa Pratt, Ajita Wilson, Sara mora, Eva Robins…”

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