En 1995, Richard Donner quiso hacer otra peli de pistolas y asesinos, pero donde todos fueran malos y se comieran como insectos, heridos mentalmente. Consiguió a Julianne Moore, que alternaba blockbusters con productos más especiales, a Antonio Banderas, que estaba loco por currar con él y… sí, a Stallone. Sly venía de hacer de asesino con Lluís Llosa y creía que sería igual de fácil meter la cuchara en todo con Donner, pero se equivocó y la peli, realmente, se estrelló de mala manera. A Donner no se le pueden tocar mucho las pelotas, recordad cómo acabó en Supeman II, pero aquí aguantó hasta el final.
Cuando la traje del video club en VHS, mi hermano y yo nos las prometíamos muy felices, pero me pareció una puta mierda, con un Banderas extrañamente sobreactuado y la archivé en la estantería de las pelis a las que no volver. Sólo de vez en cuando, mi hermano y yo lo imitábamos para partirnos el culo. Oh, el gran tal quiere conocerme. Bain … Miguel Bain. Banderas empezaba a perder muchos puntos.
Recientemente, la he recuperado. Banderas, consciente de la rareza de su interpretación, no volvió a doblarse jamás… pero ahí hay una clave, ver en versión original a Banderas es una delicia, todo loco el tío, soltando tacos en andaluz, completa una manera de interpretar a un histriónico de libro, que posteriormente hemos podido ver en otros actores en series o películas. Cruise en Colateral, por decir uno. Y la fotografía, sobre todo cuando van al paraíso fiscal, es maravillosa. Y bueno, algunas situaciones, pero la peli no remonta a pesar de todo eso, Stallone no pinta nada. Igual si su papel hubiera sido para Michael Douglas… O John Malkovich.
Pero está ese momento, minuto 102, qué grande, de la anécdota del gorrión. Stallone y Moore se comunican por pinganillo y están a la espera de un movimiento. El le pide que le cuente algo, que se aburre y ella le cuenta la historia del gorrión que tarda demasiado en emigrar y cuando llega el frío del invierno le pilla a medio camino. Ya no puede seguir volando y cae al suelo aterido, con la mala suerte de que una vaca que está allí pastando, le caga encima. Pero el calor de los excrementos lo revive, se recupera y empieza a cantar entre la mierda. Un gato lo oye, se acerca a escarbar y se lo come. La moraleja es que no siempre el que se caga en ti es tu enemigo, ni quien te saca de la mierda es tu amigo y, que si estás calentito y feliz, mejor mantén el pico cerrado. Evidentemente, es una gran lección de vida, una chorrada de cantina con sabiduría dentro.
Pero eso sí, la peli no remonta ni en 4k y mi hermano y yo seguimos imitando al banderitas.