Todo el día había sido como los de siempre, la rutina siempre me ha gustado, pero llevo tanto tiempo en ella que ya no la distingo del sopor y el tedio. Así que cuando llegué a mi casa lancé el bolso al mismo sitio de siempre, me descalcé como siempre y me fui derecha a la ducha. Es uno de los momentos más placenteros del día, ponerme debajo de un chorro de agua siempre ha sido una sensación reconfortante. Bajo la ducha se me suelen ocurrir buenas ideas, pero de un tiempo a esta parte ya no se me ocurre nada.
Fuera hace un frío que pela, y mis zapatillas de gatitos de pelo son de los más calentitas y cómodas. Hace unos días empecé a leer un libro de una de las mejores escritoras de novela romántica. Es cierto, estas historias son como si me fustigara con una vida idílica que no cabe en la mía. Pero me parece que en aquellos tiempos que, sin tele ni redes sociales, la vida se resumía en acontecimientos familiares, resultaba mucho más interesante que la que tenemos ahora. Ahora vamos como los caballos, forzados a mirar hacia adelante, a superarnos, a progresar en la vida, a ser personas exitosas. Pero ya te digo que eso no aporta nada a la felicidad, ni te reconforta como un abrazo, ni te abriga por las noches. Te queda lo que yo tengo, un bonito apartamento, comida de restaurante a domicilio y una copa de Cabernet Sauvignon.
No os he hablado de mi apartamento: Es perfecto. Hace cinco años que es perfecto. Nada se ha estropeado, nada se ha cambiado de lugar… es el sitio donde vengo a dormir, eso es todo. Parece de revista, es precioso pero impersonal y eso que me esforcé en escoger yo misma la ropa de hogar , todo el menaje, platos, copas, y tonterías varias. Pero no deja de ser frio y práctico como yo. No hay amor en las cosas, no se si me explico.
El golpe del libro cayendo en el suelo, me despertó a las cuatro de la mañana, no es la primera vez que me pasa, que me quedo en el sofá dormida hasta la media noche. Mi casa me la sé tanto que ni siquiera necesito encender la luz, al final del pasillo me pareció ver moverse algo, pero estoy tan dormida que posiblemente sea que ni veo bien, me meto en la cama y no tardo en dormirme.
También seleccioné una música elegante para que sonara el despertador y cada mañana me parece más horrenda. Me fui a la cocina y me acordé de lo de anoche, mientras salía el café, fui a inspeccionar la habitación del fondo. No había nada raro o diferente o eso me pareció a mí. En realidad ese temor que tuve no fue más que años de historietas de fantasmas, acumulados desde hace años. Tenía que consolar a mi niña interior. Me di media vuelta y me fui a tomar un café. Empieza otro día como cualquier otro.