Estoy de un moñas musical que no me aguanto ni yo. Estoy con el alma alborotada, arremolinada en el pecho, con una presión sutil, pero real. Y todo por un ser arrollador, aparecido de la nada. Por una sonrisa franca y cómoda. Por un abrazo a medias, por el qué dirán, por el «no debo» o simplemente no sabe que le acepto ese abrazo de buen agrado. Por una dulce vulnerabilidad bajo una imagen de persona positiva y siempre sonriente. Por unos ojos que gritan poder comprender las piedras en el camino. Y una falsa autocompasión que me recuerda a un niño que se excusa y eso me enternece. Sentimientos atados por alianzas. Y esos, son los que aceleran mi pulso y me recuerdan que estoy viva.
Gracias por recordarme que, sin haberlo sido nunca, tengo ganas de abrazarte fuerte y de que la paz llegue a mi pecho e intuyo que a ti también te haría mucho bien. No sé, quizás son fantasías mías o hay algo de verdad en todo esto. Y esa pizca de verdad me aterra. No tengo valor ni es justa. Así que quizás, esa sonrisa que alborota mi alma, es mejor que se vaya lejos, aunque me duela. Y si el destino decide por los dos y nos deja un poco más de tiempo, solo pido ser fuerte para no traspasar esa fina línea que está ahora trazada, pero que tu presencia emborrona.