El misteri Lucho

A sus 50 años, Pasolini aún jugaba al fútbol, con chavales incluso, fascinado por la magia que la pelota generaba en las emociones de los jugadores. El fútbol y el comunismo le jugaron buenas y malas pasadas. De hecho, fue asesinado en un campo de fútbol. No se equivoquen, no era un rugidor, Pier Paolo descubrió la poesía en el calcio. Quizás era más como Camus, quien contaba que lo que sabía sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debía al fútbol. Y a María Casares también, supongo.

Y es verdad, se aprende mucho mientras la pelota va y viene. Descubres que eres un genio o un paquete, que siempre hay alguien mejor, que otros están más o menos fuertes, que tienen más fondo o más calma, que son fríos o estúpidos o que, simplemente, están en el campo de relleno. Y está el tema de la suerte, prefiero tener suerte a ser bueno, que decía aquel bateador.

En el campo, como en la vida, tienes que encontrar tu sitio. No os creáis que es tan fácil, ante todo debes ser humilde y generoso. Jugando y viendo jugar acabas situándote. Yo descubrí que era un stopper, un defensa marcador. Te matas por anular al mejor del otro equipo o al que le sirve, si no puedes con él. Hay dos santos en mi santuario: Gentile y Molinos. Molinos, del Espanyol de mediados de los setenta a mediados de los ochenta, marcó a Pelé, Cruyff o Maradona hasta hacerlos irrelevantes. Era un perro de presa temible.

Hoy en día la cosa está complicada. Un mundial en Qatar que divide el mundo y un entrenador, Luis Enrique, Lucho, que ha dividido a un país.

El enigma Lucho. Para desmarcarse de la prensa, Lucho se montó un Twicht desde donde impartir clases de estoicismo al por mayor. Sí, otra vez, la filosofía y el fútbol, el cubata de vodka y ginebra (¿). Quizás él se lo podía permitir, ignorado por los ojeadores de Mareo, repescado por un Madrid donde fue condenado a correr lo que ya no quería correr la quinta del Buitre, algo que no perdonó, y resucitado quizás demasiado tarde para el fútbol total por Cruyff. Le partieron la cara en un mundial. Joder qué partido, creo que fue el peor verano de mi vida. Sabía que les empataríamos tras su gol de churro, como también sabía que no ganaríamos. Se lo dije a mi hermano, que tenía fe en la selección y cuando a Lucho le rompieron la nariz y lloraba con la camiseta manchada de sangre, mi hermano me pidió explicaciones y tuve que decirle que la vida era injusta. Y mi hermano lloró también.

Porque hay gente que viene a la vida a machacar y gente que viene a machacarse. Y no puedes darle a un perdedor el poder absoluto, porque solo recibirás la derrota absoluta. Lucho hace maratones, va por el mundo quemando grasa. Pero como el cadáver de Pasolini, la dignidad de Lucho yace en un campo de fútbol, en un colchón de césped que forra el desierto arábigo. No sé cuántos mundiales de vida me quedan, eso es una sentencia abierta, pero otro como este…

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