A mediados de los años 80, Clint Eastwood decide hacer una pelicula sobre el ejército. El US Army se frota las manos pensando en los insensatos que se van a alistar, tras ver al tío Clint y su pelotón de cachas pateando culos comunistas. Enseguida se bajan del proyecto, el ejército según Clint es una panda de haraganes, borrachos, trepas con sus pelotas incluídos que no tienen otro sitio donde ir. Y, atascado en él como una reliquia, está el sargento de hierro. La película se tituló Heartbreak ridge,que a parte de ser una batalla coreana en la que combatió sin éxito el protagonista, quiere decir algo como el tope de la decepción.
Pues bien, llegamos al final, las tropas llegan victoriosas en un avión de transporte tras la intervención en la Isla de Grenada, es la única victoria que puede contar el sargento. En la pista de aterrizaje esperan familiares, militares y una banda tocando himnos. Las tropas salen del avión y van reuniéndose con sus familias, se besan y abrazan, ¨estamos vivos¨, dice uno, pero el sargento avanza solo. Mario Van Pebbles se le acerca y le confiesa que se ha reenganchado. El sargento le corresponde anunciándole su retirada, le pasa los trastos. Mario se abraza a unas jóvenes. En su último desfile, el sargento avanza entre las familias y los músicos, solo, porque se lo merece, porque ha gestionado fatal sus emociones. En un segundo, mira al graderío y descubre al amor de su vida. Se rompe, abre la boca. Ella agita ridículamente una banderita americana. El avanza hacia ella sonriendo como un tonto, ha de bajar la cabeza incluso, no se lo esperaba ni de coña. Se quedan frente a frente y se para la música. No se dicen nada, solo sonríen. Porque a veces, es mejor no decir nada. La música vuelve, suena ¨Barras y estrellas”. La pareja se marcha entre la multitud hacia un hangar. Realmente, si aguantas todos los títulos de crédito, todos se pierden por el hangar, despejando la pista, como si nada hubiera pasado.